Parte 1 - Nada es nuestro, esta es mi Historia

Parte 1 - Nada es nuestro, esta es mi Historia

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

Siento que me auto canto esa canción mucho, mucho.  Repetidas veces en mi vida, en el día, voy por la vida y esa melodía suena en mi cabeza pegajosa como el slime que nunca logras sacar del sofá.  Y es que más cierto no puede ser.  ¿Será que cantármela me prepara para las locuras y sorpresas que la vida nos tira sin preaviso?  Gracias Rubensito, grande y sabio eres. Hoy quiero contar algo, algo triste pero feliz.  ¿Es más feliz que triste, porque si estoy aquí para contarlo, como no lo va a ser? 

Nada es nuestro.  Nada es completamente nuestro, pero totalmente.  Formamos parte de este gran universo y, por lo tanto, el uno del otro.   Sin embargo, somos o pensamos que somos entes separados e independiente rigiéndonos por nosotros mismos.  Como madres, el universo y la vida nos dan una oportunidad más impactante de sentir algo realmente nuestro, pero que no lo es.  Soy del pensar, que nadie nos pertenece, ni nuestros hijos.  El universo, Dios y la vida nos dan el privilegio de darles vida para luego desprenderse y volver a su antojo y con libre albedrío.

La creación de un ser humano en tu vientre es lo más conectado que jamás estarás con nada ni con nadie en tu vida.  Cuando ese ser humano sale de nuestro cuerpo nunca volvemos a ser iguales.  Nuestra vida cambia por siempre.  Aunque irónicamente se llevan ellos, un pedazo enorme de nosotros, físicamente hablando, lo que recibimos nosotras es algo majestuoso.  Este es el milagro más poderoso que tiene la vida misma.  Eso que ellos se llevan, es lo que nosotros recibimos como nuestro y de nadie más.

Estoy consciente de lo inconsciente que pueden ser nuestras acciones y pensamientos.  Hablando desde los pensamientos más profundos que tenemos que queremos ignorar y olvidar hasta los pensamientos más cotidianos.  He estado ahí.  He tomado decisiones de una manera tan trascendental.  He intentado poner en palabras tantas veces sin lograr que suene como lo siento o como lo vivo (viví).  Porque va más allá de un “sentimiento.”

Esta elaborada introducción me lleva a contarles lo sucedido en noviembre del 2021.  En este momento Panamá, aún se encontraba en un estado ¨pandémico. ¨ Hospitales con aulas separadas, personas muy enfermas con COVID, pero medidas mucho más ligeras que a principios de año.  El 14 de noviembre del 2021, con 38 semanas de embarazo de mi tercer hijo, marco positivo con COVID-19.  Mi esposo y mis 2 hijos ya estaban positivos desde hace unos días, y estaban en el interior para ¨no contagiarme.  Fui la última en caer.  ¨ Ya yo me sospechaba el resultado, y por eso me había hecho la prueba, ya que al despertarme ese día sentí entre ceja y ceja una presión, que me habían comentado mi esposo y mis hijos que sentían como parte de sus síntomas.

De todo el cuento, uno de los momentos más ansiosos del proceso fue este.  La espera, no estamos acostumbrados a ella.  La ansiedad es un sentimiento, que bien nace de las buenas intenciones, pero se puede convertir en algo muy negativo.  Esperé ese resultado por HORAS.  Era domingo, las cosas eran un poco más lentas, y en mi mente, los minutos se contaban en reversa. 

Cuando me llega el resultado positivo, que debe haber sido aproximadamente a las 5 pm llamo a mi doctor, y me indica que me vaya al hospital.  No entendía por qué, ya que yo estaba perfecta, mal no me sentía, pero qué bueno que así fue.  Agarré mis cositas, empaqué una maletita según yo, para 2 días, y me manejé yo misma al hospital.

Esta no fue una recibida normal de hospital en urgencias.  Tuve que subir a un piso del estacionamiento, donde por una puerta trasera me ingresaron personas vestidas de astronautas.  Creo que eran amables conmigo por la panzota que yo tenía, pero nadie quería estar al lado mío en ese momento.  Yo era un bicho raro, la abeja al cuál todos los alérgicos le huyen.  El sentimiento de que nadie me quería cerca se palpaba en el medio ambiente.  El protocolo para el aula donde me estaban ¨guardando¨ era tediosa.  Había puertas demarcadas de NO PASE, pasillos fríos, mucho silencio, y las personas tenían que ducharse repetidas veces para ingresar y salir, y en el momento yo era la única paciente en el aula, entonces había silencio absoluto.

Ingreso al hospital según yo, a unas lindas vacaciones.  Mis amigos y familiares me mandaban comida, yo hablaba por teléfono y recibía chats todo el día y lo MEJOR, había un evento de tenis en la TV, al cual yo estaba pegada 24/7.  ¡Confieso que también vi series como Emily in Paris que son guilty pleasures para mí! Pasó ese domingo y yo me sentía perfecta.  Llegó el lunes y también.  Me entraba ansiedad cuando me monitoreaban a mi bebé, pero todo Gracias a Dios siempre estaba bien con Tomás.

Ya los doctores hablaban de mandarme a casa porque habían pasado ¨los peores días¨ del virus.  Ya el peligro había pasado.  Pero había algo que no me dejó ir.  Yo orinaba sin parar, lo cual yo pensaba que era normal por la barriga.  Pero los niveles de orina no eran normales.  Empezaron a monitorear mi orina, la cantidad que botaba la medían en unos envases y me sacaron la sangre varias veces.  Mis niveles de potasio estaban por el piso.  Me lo daban de manera oral e intravenosa y aun así los niveles no mejoraban considerablemente, por lo que mi médico interno no me deja ir a casa.  Gracias a Dios, el cielo y las estrellas.

Porque a la madrugada del 17 de noviembre del 2021, empiezo a no poder respirar. Y aquí fue donde todo empezó a cambiar.

 

spera la parte 2.

 

 

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